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jueves, 22 de julio de 2021

Ni la muñeca azul,
ni el cascabel de plata,
ni las brillantes canicas verdes,
ni la tirante cuerda amarilla,
hicieron de mi infancia un arcoiris
que no se marchitara nunca.
Cierto día, no sé a qué hora,
no recuerdo en qué lugar,
crecí todos los centímetros posibles
y el mundo se volvió un lugar oscuro
en el que ya no cabían las mariposas.
​Tomé entonces un cuaderno entre mis manos,
afilé bien el lápiz,
me puse a garabatear versos
para que cada habitación
se iluminará de nuevo
a través de los conjuros.

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