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jueves, 28 de mayo de 2020

Compartir un secreto es compartir el dolor. Son pocas las personas en las que se puede confiar. El miedo, la maldad, el desconocimiento, la imprudencia, el descuido, muchos factores pueden hacer que la confianza se rompa con facilidad. Para mí es difícil confiar en las personas, por eso cuando decido abrir mi corazón, hasta por la más pequeña minucia, mi cuerpo tiembla. Todo es emocional y profundamente físico. Mis latidos se aceleran, se me baja la presión, me sudan las manos, me comen los nervios, me da verborragia. Luego, cuando las palabras se agotan, cuando ya no queda más qué decir, la sensación de asfixia desaparece, algo pesado en mi interior se aleja, me siento más ligera, más tranquila, con más fuerza, feliz. Son pocas las personas en las que confío, quizá por eso son pocas las personas que confían en mí. En cualquier caso, la verdad es algo relativo.
La sombra es la suma de todos mis miedos. Esa yo dentro de mí que intento evadir y sin embargo empiezo a reconocer. Este tiempo es favorable para ello. Antes de ir hacia afuera hay que regresar hacia adentro. Adentro se encuentra el tesoro. Tengo listo el mapa y la lupa, el cuaderno y el lápiz. Ahora, a escribir.

sábado, 23 de mayo de 2020

Mi sombra es esa yo que se esconde de mí para que no la vea. Una fuerza que arremete contra todo cuando estoy herida. Cuando se enfada, ella cierra la boca. Y las palabras que nos hacen daño se entierran por dentro como un cuchillo. Escribiendo, le doy luz a la sombra, la alimento, me íntegro con ella. Escribiendo mi verdadero yo crece, se renueva, se restaura.

miércoles, 20 de mayo de 2020

Intentaré volver a las palabras. Dejar atrás la duda. Lanzarme al mar de la poesía. Intentaré mover las alas, hasta que mi cabeza roce el cielo.

jueves, 7 de mayo de 2020

[2007]

Mientras te buscas, me busco. Callo a la niña con alas de mariposa que se cree hada sin poder serlo nunca, la que se sienta debajo de los árboles llorones, los árboles de ramas secas junto al lago. Se desviste. Una a una, deja las prendas en el lodo, dejo las prendas en el lodo, al lado de la piedra, en la montaña celeste. Pájaros volando sobre mi cabeza, pájaros volando sobre la falda bajo la falda. Tela desgarrada por el tiempo, por las uñas de los buitres asesinos. ¿Y de qué hablas entonces? Hablo de nada, de los poemas de humo de amapolas, magníficos versos encantados, versos monstruosos, sedientos de luz de sombras de arácnidos. Y las arañas vienen tejidas de azúcar, se amontonan bajo las cuencas, se arrinconan en la boca de la niña con cara de luna de plata, la que le canta a los lobos y le llora a las flores, a las lilas de la luna llena. Lloramos. Nos vestimos de azul y salimos por la ventana a la calle a rondar por los jardines, buscando un no sé qué no sé por qué. Extrañamos el ruido, odiamos el ruido, deseamos el silencio de la muerte que nos besa seductoramente en la frente. La niña se encoge de hombros. Caminamos después entre sollozos, desnudas del alma y del cuerpo con las manos hinchadas de tristeza enardecida, corazones rotos por martillos de aire, los latidos se elevan. Y entramos, nos enterramos, nos clavamos la vacuidad en la comisura turbia de los labios de seda, caminamos, soñamos con la muerte vestida de novia, soñamos, morimos, volvemos a soñar.

miércoles, 6 de mayo de 2020

Hastío

Siempre la misma agonía
el mismo aborrecer a las estrellas
estoy cansada de quebrarme porque sí
de no vivir bajo el abrazo de la humanidad
o desear siquiera su ternura
estoy cansada de vagar
como una sombra que jamás respira.