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viernes, 17 de noviembre de 2023

 



Siempre detesté el color blanco. Me daba la impresión de que yo no podía mantenerme impecable. No como esas niñas lindas de cabello bien peinado, que siempre traían vestidos de encaje y zapatos de charol. Yo en cambio, prefería andar descalza o llevar tenis que me permitieran trepar árboles, escalar montañas, escalar hasta el cielo. Siempre busqué las sombras. Sentía que pertenecía a ellas. Porque en el mundo normal, en el mundo real, yo simplemente no encajaba. Algo oscuro crecía por dentro mientras por fuera trataba de alcanzar las tinieblas. No sé en qué momento exactamente, quizá no haya un segundo exacto, quizá fue la suma de todas las heridas o el resultado de taladrar las palabras, aprendí que el blanco no era un todo, sino una pequeña pieza en el engranaje de mi ser. Yo no tenía que ser blanca o negra, no tenía que ser luz u oscuridad. Soy ambas cosas. Una amalgama de colores. Un poema que nace tras la lluvia, como el arcoíris.