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martes, 16 de mayo de 2023

Nunca había pensado en el poema
como un grillo,
un pequeño conejo
o el viento que azota la ventana.
Lo veo ahora, a través de la lluvia,
convertido en ceniza,
en una uña encarnada,
escondida en el zapato.
¿Quién dice que el poema
no vive en los charcos de lodo,
en las moscas
o en la muerte?
¿Quién dice que el poema
no puede saltar
de un cuerpo a otro,
respirarse en el hedor
que despiden las amortajadas
o el canto de los pájaros en primavera?
¿Quién dice que romperse
no es otra forma de escribir un poema?