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jueves, 25 de enero de 2018

Siento que floto entre hilos de dulzura. Mis manos están atadas por la anti-imaginación. Quiero desplegar el vuelo hacia la nada, hacia los confines del infinito.

martes, 16 de enero de 2018

Existirás (aún existes)

Para mi abuelo Pepe

En mi mente
en la bruma del tiempo
en los recuerdos compartidos
en los sueños
en el amor
en el infinito filo de las olas que chocan contra el muelle de Corpus
en mi alma

lunes, 15 de enero de 2018

Carta póstuma para un fugitivo

Para mi abuelo Pepe, que ya no sale a fumar bajo el nogal

Los poemas me han quedado cortos para escribir sobre tu huella en el tiempo. Apenas es enero y siento que ya vivimos muchos octubres. El germen de la Vid merodea mis campos, sus sonrisas despejan el miedo que nos ataca por las noches. Tu vacío nos duele y se intensifica adentro. Nunca nada nos preparó para esto. Aunque las personas insistan en decir que la gente vieja se va primero. Nunca, nada, nos prepara para estas cosas. Nunca encontramos suficiente consuelo cuando suceden.

Tenía dos años cuando me sostuviste en tus brazos y pensaste que Alejandra sería el vals perfecto para mí, para cuando llegara a la edad de quince años. Tengo ahora treinta y seis, Alejandra sigue dando vueltas en mi mente, tus ojos siguen dando vueltas en mi mente.

¿Recuerdas el olor del mar? ¿El sonido que hacían las olas al chocar contra el muelle? Yo recuerdo todas las veces que estuvimos en la playa. Te quedabas de pie en el más alto de los escalones, pantalón y guayabera puestos. Te los quitabas un momento nada más, treinta minutos. El tiempo suficiente para nadar mar adentro y perderte casi por completo en el azul del agua. Después caminabas en la arena descalzo, aspirabas la brisa, cerrabas los ojos. Cerraba los ojos yo también. Sabía que faltaba poco tiempo para despedirse. Así que me sumergía en el agua de nuevo, contaba las olas, contaba las nubes, el tiempo que tardaba el sol en desaparecer.

Te fuiste como ese astro que antes de abandonarnos se suspende unos minutos entre el cielo y el océano. Dorado excelso.

Hay noches en las que te sueño con esa sonrisa traviesa en los labios. Me aseguras que no te has ido para siempre. - Me urgía fumar un cigarrillo-, rezongas. Me dices que por eso te fugaste solo, te fuiste a la playa donde nos esperas, sumergido en el agua, contando las olas, contando los años, contando el tiempo en que tardan en arder todos los soles, hasta que volvamos a reunirnos de nuevo en ese punto donde terminan todos los escalones.

viernes, 12 de enero de 2018