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viernes, 17 de julio de 2020

Me cuesta trabajo no ser la que no soy. Tantas veces me han dicho cómo debo ser. Por fortuna siempre he sido un poco desobediente, así que poco a poco he ido moldeando la arcilla a mi gusto. Algunas veces, cuando sueño, una voz suave me aconseja. Esta voz es diferente de todas las voces. La escucho porque es mi propia voz que habla directamente a mi esencia. Cuando dialogo con ella, que soy yo, puedo tocar las estrellas. De mi espalda brotan alas transparentes. Sé que es real, aunque nos encontremos en la dimensión onírica. Es real, porque cuando despierto, las alas siguen ahí, agitándose. Y sé con certeza, que con un pequeño aleteo, puedo transformar al mundo.

miércoles, 8 de julio de 2020

Incendio

Me refugio en las letras porque son las únicas con el tratamiento adecuado para mis miedos e incertidumbres. Las palabras me ayudan a entender mis emociones, descifrar mis pensamientos, enfrentar mis temores, mis demonios internos, conocerme a mí misma.

No tengo un proceso creativo rígido. Se amolda de acuerdo a mis necesidades. El tiempo es vital cuando eres madre de tres hijos. En muchas ocasiones he leído que cada quien tiene su propio ritmo y su propia forma de abordar la escritura. A veces leo para inspirarme, otras veces escucho música. Hay días en que la creatividad se enciende sola. Las palabras vienen naturalmente a mi encuentro, sin que las invoque. Otros días tengo que trabajar duro hasta que encuentro las letras precisas. Lo más importante de la escritura son sus efectos. Las palabras me ayudan a vivir.

En mi corazón hay muchas heridas que necesitan sanar, muchos recuerdos dolorosos. Las he guardado en mi memoria demasiado tiempo. Han estado ahí amontonándose, empolvándose, haciendo más y más pesada la carga. Se han convertido en un semillero de emociones negativas, un cultivo para la oscuridad. Es tiempo de desalojar el trastero, encender un hermoso fuego, quemarlo todo, todo, hasta que aparezcan las alas.

domingo, 5 de julio de 2020

Nombrar lo que me pasa, convertir la niebla en fantasmas visibles, dragones a los que pueda cortarle el cuello y las garras. Nombrar el dolor y la alegría. Nombrarme. Para saber que existo.

sábado, 4 de julio de 2020

A veces quisiera volverme sombra, escapar del Sol y sus espinas; ser humo, rosa, brisa, hada, una crisálida azul durmiendo sobre el filo de la luna.

viernes, 3 de julio de 2020

Pájaro a pájaro me van naciendo las plumas

Empecé a contar mi historia hace más de veinte años. Durante los primeros días, tenía demasiado miedo. Había mucho dolor adentro y yo necesitaba sacarlo, pero me preocupaba lo que dirían las demás personas si llegaban a leer lo que escribía, si llegaban a entender que esa niña de quince años con tendencias suicidas, era yo. Me había equivocado demasiado. Recurrí entonces a la metáfora, busqué las palabras más complicadas y bonitas para que las historias que escribía, mis historias, no sonaran tan terroríficas, para que la imagen que se hicieran de mí no fuese la de un monstruo. Contar mi historia, poco a poco fue mermando el dolor que sentía. Pero por alguna razón, siempre quedaban vacíos, algo me faltaba para poder liberarme por completo. Con el tiempo, otras escritoras me ayudaron con sus letras, sin saberlo, a entender el porqué de ese vacío. Me di cuenta de algo muy importante: la razón por la que no podía liberarme totalmente del miedo es porque le rehuía constantemente. Al usar la metáfora, no como un recurso poético, sino como un escondite, yo misma recortaba mis alas. Fue hasta que empecé a conversar con mis demonios, hasta que me enfrenté al silencio, que comencé a sanar de verdad. El camino ha sido largo, he tenido días buenos y días malos, pero siempre al final de ellos, tras hablar con la verdad, sin tapujos, me he encontrado a mí misma. Palabra a palabra, voy cerrando mis heridas, de vez en cuando las lamo, cuando alguna punzada vuelve,  y sigo escribiendo. Tal vez en algún momento, después de contar mi historia completa, pueda abrazar el silencio en total plenitud.

¿Y tú, ya comenzaste a escribir?

jueves, 2 de julio de 2020

Escoger palabras, escribirlas, tejer con ellas la memoria, acariciar las cicatrices, las texturas, recordar o crear instantes de luz, me permite hablar conmigo misma, y al terminar el proceso, tras la contemplación, tras el autodescubrimiento, habitar el silencio.