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jueves, 6 de febrero de 2020

Traté de huir pero no pude. La necesidad de escribir pulsa en mi interior. He peleado contra el miedo y los demonios una y otra vez. Seguiré luchando hasta que mi verdadero yo se libere.

Empezaré por decir las cosas que casi nunca nombro. Como la forma en que mi corazón se acelera al compás de la música o cuando siente que se rompe sin remedio cuando está triste.

Últimamente me he sentido así. No esa tristeza que carcome los huesos y no te deja pensar. Más bien cierta melancolía por los deseos perdidos, por las cosas que no sucederán y la añoranza de las que sí sucedieron.

Deseo explicarlo a través de la poesía. Pero una extraña bruma me envuelve la mente cada vez que lo intento. 

Ritual doméstico

Voy remando contra la espuma
empujando algas y moluscos
me meto a la boca de la ballena
enciendo fuego, bailo,
canto para ahuyentar los malos espíritus
regreso a la playa
me recuesto en la arena
me vuelvo sal que se endurece
bajo los rayos del sol

Nada sé de poesía. Conozco la terrible mordedura de las estrellas, el crujir de las osamentas cuando el tiempo se desgaja, mi rostro volviéndose polvo frente al espejo, las migajas que quedan del cuerpo tras beber el sol desde la penumbra. Nada sé de poesía, más que el placer de cantar a través de la vida que se nos escapa.

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