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miércoles, 4 de febrero de 2015

NUNCA HABLÉ DE TUS FANTASMAS

Para mi Abuelo Chente (+)

Nunca hablé de tus fantasmas, los que había pegados a la hoja del maíz, los que rodaban en silencio por las monturas y el azadón, por la silueta de tu sombrero afelpado, de tus palabras que se enredaban en el viento. Nunca me detuve a ver tus manos de leche y chocolate. Ahora me detengo. Ahora ya no estás. Sigues prendido en mis huesos, en mi carne, en los sueños de mi abuela, en los suspiros, pero ya no más en el campo, en la presa, en los corrales o El Papalote. Ahora los grillos te arrullan. Duermes bajo la tierra (tu amiga), la que con tanto esfuerzo labraste, te vas a cazar conejos al monte, al otro lado de las nubes, te despiertas temprano y nos miras, con tus ojos borrados nos miras, desde tu sitio, el que Dios seleccionó para ti, Inocente entre inocentes. Sonríes, siempre sonríes, mientras nosotros evocamos tu recuerdo. Y esperamos, que cuando nos llegue nuestra hora, podamos abrazarte de nuevo.