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miércoles, 6 de diciembre de 2017

Ayer fue un día cálido y vacío

En torno a la mesa brillaba la alegría. Pero una de las sillas estaba sola, aún está sola y seguirá sola. Puesto que nadie más volverá a sentarse a la cabeza. Aunque los inviernos pasen uno tras otro. Cuando las copas del brindis choquen entre sí. No se escuchará la risa ni el quejido. Se nos atorará la nostalgia en la garganta. En el silencio llegará arrastrando su sombra. Ninguno de nosotros notará si se queda o se va.

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