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jueves, 7 de abril de 2016

Poco a poco, me voy acercando a ese cristal que detiene abruptamente las palabras, por miedo, por vergüenza, por no saber cómo decir. Poco a poco el cristal se rompe y se rompen también todos mis huesos.

Escribir es una maldición terrible y también un milagro liberador.

Escribir es transformar en verbo la carne y la sangre.

Escribir es volver a casa, hacerse una con Dios.