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martes, 26 de abril de 2016

Me propuse un día abrir mi corazón. Lo que salió de él fue un nido de serpientes. De la boca brotaron blasfemias. Nadie vio, que debajo de las espinas había también rosas, debajo de los gritos, la palabra 'socorro'. Así que cuando el mundo me dio la espalda, convertí la carne en piedra, las emociones en arena, para poder ser viento inalcanzable, para que nadie volviese a llenarme de rasguños. Aprendí que la soledad puede ser una gran aliada y que en el silencio más profundo estaba Dios. A él tendí mi mano para levantarme. A él extiendo mis alas para no caer y dar gracias todos los días, aunque agua turbia invada mis pulmones.