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lunes, 25 de enero de 2021

Nombré cada rincón, cada objeto,
para darles vida.
Era una niña, y no sabía que el dolor 
había sido pronunciado por muchas lenguas.
En ese entonces yo le reconocía predecesor de la sangre que brotaba de las rodillas.
No tenía otro significado.
Pero crecí, y descubrí que no sólo las rodillas sangran.
Mi ser completo se erguía fuente de coágulos infinitos.
Nombrar las cosas era un juego precioso.
Nombrar era cuestión de inocencia.
Nombrar se ha convertido en la única forma de restaurar la ternura.
Nombrar es intentar salvar el alma que nos queda.

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