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viernes, 3 de julio de 2020

Pájaro a pájaro me van naciendo las plumas

Empecé a contar mi historia hace más de veinte años. Durante los primeros días, tenía demasiado miedo. Había mucho dolor adentro y yo necesitaba sacarlo, pero me preocupaba lo que dirían las demás personas si llegaban a leer lo que escribía, si llegaban a entender que esa niña de quince años con tendencias suicidas, era yo. Me había equivocado demasiado. Recurrí entonces a la metáfora, busqué las palabras más complicadas y bonitas para que las historias que escribía, mis historias, no sonaran tan terroríficas, para que la imagen que se hicieran de mí no fuese la de un monstruo. Contar mi historia, poco a poco fue mermando el dolor que sentía. Pero por alguna razón, siempre quedaban vacíos, algo me faltaba para poder liberarme por completo. Con el tiempo, otras escritoras me ayudaron con sus letras, sin saberlo, a entender el porqué de ese vacío. Me di cuenta de algo muy importante: la razón por la que no podía liberarme totalmente del miedo es porque le rehuía constantemente. Al usar la metáfora, no como un recurso poético, sino como un escondite, yo misma recortaba mis alas. Fue hasta que empecé a conversar con mis demonios, hasta que me enfrenté al silencio, que comencé a sanar de verdad. El camino ha sido largo, he tenido días buenos y días malos, pero siempre al final de ellos, tras hablar con la verdad, sin tapujos, me he encontrado a mí misma. Palabra a palabra, voy cerrando mis heridas, de vez en cuando las lamo, cuando alguna punzada vuelve,  y sigo escribiendo. Tal vez en algún momento, después de contar mi historia completa, pueda abrazar el silencio en total plenitud.

¿Y tú, ya comenzaste a escribir?

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