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jueves, 28 de mayo de 2020

Compartir un secreto es compartir el dolor. Son pocas las personas en las que se puede confiar. El miedo, la maldad, el desconocimiento, la imprudencia, el descuido, muchos factores pueden hacer que la confianza se rompa con facilidad. Para mí es difícil confiar en las personas, por eso cuando decido abrir mi corazón, hasta por la más pequeña minucia, mi cuerpo tiembla. Todo es emocional y profundamente físico. Mis latidos se aceleran, se me baja la presión, me sudan las manos, me comen los nervios, me da verborragia. Luego, cuando las palabras se agotan, cuando ya no queda más qué decir, la sensación de asfixia desaparece, algo pesado en mi interior se aleja, me siento más ligera, más tranquila, con más fuerza, feliz. Son pocas las personas en las que confío, quizá por eso son pocas las personas que confían en mí. En cualquier caso, la verdad es algo relativo.

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