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jueves, 7 de mayo de 2020

[2007]

Mientras te buscas, me busco. Callo a la niña con alas de mariposa que se cree hada sin poder serlo nunca, la que se sienta debajo de los árboles llorones, los árboles de ramas secas junto al lago. Se desviste. Una a una, deja las prendas en el lodo, dejo las prendas en el lodo, al lado de la piedra, en la montaña celeste. Pájaros volando sobre mi cabeza, pájaros volando sobre la falda bajo la falda. Tela desgarrada por el tiempo, por las uñas de los buitres asesinos. ¿Y de qué hablas entonces? Hablo de nada, de los poemas de humo de amapolas, magníficos versos encantados, versos monstruosos, sedientos de luz de sombras de arácnidos. Y las arañas vienen tejidas de azúcar, se amontonan bajo las cuencas, se arrinconan en la boca de la niña con cara de luna de plata, la que le canta a los lobos y le llora a las flores, a las lilas de la luna llena. Lloramos. Nos vestimos de azul y salimos por la ventana a la calle a rondar por los jardines, buscando un no sé qué no sé por qué. Extrañamos el ruido, odiamos el ruido, deseamos el silencio de la muerte que nos besa seductoramente en la frente. La niña se encoge de hombros. Caminamos después entre sollozos, desnudas del alma y del cuerpo con las manos hinchadas de tristeza enardecida, corazones rotos por martillos de aire, los latidos se elevan. Y entramos, nos enterramos, nos clavamos la vacuidad en la comisura turbia de los labios de seda, caminamos, soñamos con la muerte vestida de novia, soñamos, morimos, volvemos a soñar.

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