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lunes, 13 de noviembre de 2017

​Así soy toda yo en la nieve, en el desierto, en el oscuro molar del sol que me muerde las vértebras. Soy una libélula resplandeciente que viaja de silencio en silencio, penetrando, una a una, las grietas del abismo.​ Así somos todas las emergidas del polvo, de la sangre, cegadas por el contorno de la luna y el brillo estelar, unidas al cosmos, desaparecidas, desterradas, no nombradas, intentando respirar, hilando, sonriendo, dibujando esqueletos en la arena, en el cristal de las ventanas. Ahora debemos despertar, despegar los párpados del hueso, dejar entrar la luz de las heridas, las benditas luces, el queridísimo invierno.

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