Una amiga muy querida, me dijo que debo luchar por lograr la libertad del espíritu, haciendo buen uso de los dones que recibí. En mi caso, la escritura, es algo que vive en mí. A veces, las actividades diarias interrumpen esta conexión divina. Otros días, son mis miedos, inseguridades y pretextos, lo que imposibilita el escribir. En el camino, poco a poco he descubierto, que la densidad del mundo que nos rodea se sobrevive mejor cuando creamos días livianitos, días en donde dejamos de robar tiempo a las tareas cotidianas para dedicarnos al cien a ser lo que realmente somos. Y que cuando compartimos lo que somos, lo que la vida nos ha enseñado, tenemos mayor riqueza espiritual.
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