Intento derramarme en la hoja. El trabajo, la maternidad, las actividades domésticas, el cansancio, el tiempo. Todo me aleja de las letras. Recurro entonces al ingenio. Conjuro las palabras mientras los blanquillos hierven en la estufa y decido qué tipo de pasta irá mejor con el guisado de pollo. Para cuando la ropa se seque, tal vez tendré en la mente una nueva historia o un nuevo poema, el caso es mantener vivo el espíritu, para que el silencio no me reseque los huesos.
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