- Nadia Contreras -
Cuando una no puede pronunciar las palabras que quiere, tiende a fundirse con los objetos: Las letras rasgadas en el papel, la hoja en blanco, la pluma, el fondo de la pantalla. El grito persiste detrás de la garganta. La sombra crece bajo la piel como un monstruo. El silencio nos golpea los tímpanos. Nos hacemos pequeñas, tan pequeñas que cabemos en una mota de polvo, como esas que se esconden debajo de la cama. Están las que no saben de dónde viene este frío que se hunde en los huesos. También estamos nosotras, las que elegimos guardar las respuestas en el fondo más oscuro del cajón, para que las polillas hagan su trabajo con el tiempo, y los malos sueños se vuelvan una fotografía desgastada por el moho que habita en nuestros propios recuerdos.
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