El acto de huir es un hábito adquirido. Hay sombras detrás de la puerta, pájaros muertos en el borde de la cama.
Mi cuerpo ya no me escucha
y mis labios se han torcido de ausencia.
Tengo ampollas en los dedos de los pies,
en el ojo, un desastre saturado,
una astilla que me pincha toda
toda vez que me busco en el espejo.
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