de las que escogen como hábito la palabra y se quiebran el alma para derramarse en las hojas. Es que no sé de mí mas que el nombre, el color de las cicatrices que me adornan la piel. Se me vuelve urgente, casi religioso, cavar en la carne hasta tocar el hueso para extirpar los demonios, entiéndase esa otra que me habita detrás de cada respiración.
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