Mis poemas también se arrastran por senderos escondidos, por aquellos caminos que intento no pisar, pero que se pegan a las plantas de los pies como un ente pegajoso. Mis poemas se resisten a la luz del cielo y se enganchan en cambio al oscuro horizonte de mis pupilas, recuerdos rotos y trozos de carne mutilada. Mis poemas vuelan en la noche y duermen acurrucados en el colmillo de los murciélagos. Mis poemas huelen a muerte, porque de ahí es de donde la vida brota fuerte y luminosa.
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