Jamás quise ser un ángel,
pero lo intenté,
traté de llenarme la espalda de plumas
y los ojos de luces.
Ningún zapato me quedaba a la medida,
ningún canto limpio brotaba de mis labios.
Comprendo ahora,
una no tiene porqué limarse las uñas,
aferrarse a la eternidad de los espejos.
Es mejor quedarse calva a la orilla del pantano
que convertirse en ceniza de mariposa.
Vale más una bruja en su escoba,
que una escultura de mármol
en la mesa de la casa.
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