Una fila de hormigas baja por mi columna vertebral,
en mi sueño, la gravedad no tiene leyes,
soy una especie de sombra invertida,
estoy a punto de cumplir cuarenta
pero me siento como un embrión que duerme
en la calidez del líquido amniótico.
No sé si sea posible morir
con la paz pegada a las costillas,
lo intentaré al menos,
hace falta más que un bisturí
para sacarme el corazón y las tripas.
Soy de las que sellan indeleble su huella
en el asfalto de los días grises
y hace de la tristeza
un canto a la felicidad.
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