"¿Eres muda?", me preguntó una vez. Me sentí confundida. "No, no lo soy", respondí. "Sí hablas. Es la primera vez que te escucho hablar", insistió sorprendida. Y es que por ese entonces, yo difícilmente cruzaba más de dos palabras con nadie. Saludaba con una sonrisa y respondía a monosílabos cuando me preguntaban algo, pero era todo. Esa fue la primera interacción que tuve con ella. Y desde ese momento me dio la impresión de ser una mujer muy fuerte. Nos cruzamos nuevamente años después, cuando su cáncer estaba ya más avanzado, su cuerpo más deteriorado, pero no su semblante ni su sonrisa. A través de una breve entrevista, nos compartió sus años de lucha y sus consejos preventivos. Supe entonces que no me había equivocado sobre ella. En verdad era una mujer fuerte y valiente. Amante de la vida. La vi de vez en cuando en uno que otro evento, siempre luminosa y radiante. Así la conocí y así la recuerdo. Hoy me enteré que finalmente terminó su batalla, pero no la perdió nunca. Porque hasta el último momento brilló intensamente. Vaya hasta el cielo un abrazo para Gioconda. Y gracias, por ayudarme a alzar la voz.
Q.E.P.D